Joan Monserrat Parets            Acabemos, pues

Fue mi propósito, continúa siéndolo, lo sería seguramente en lo sucesivo, prescindir, en este diálogo a punto de terminar, de adjetivos y comentarios. Unos y otros, los dejé a cargo de quienes esto leyeren y entendieren. No usé, ni usaría de ellos, porque bastanme los pocos hechos y razones aducidos, para probar que la paz que llevaba en el corazón mi amigo Bisbal, es la misma, exactamente la misma, que la que llevaba en su contenido la CARTA en mi primer artículo reproducida, la misma que denotaban las caricias de EL OBRERO BALEAR, y que han tenido ahora su continuación en lo que llevo entredientes, en el nado entre dos aguas y en el cuente que lo menos que podré hacer es considerarle indigno de mi amistad y mi saludo.

Es lo que se trataba de demostrar. No necesito añadir de mi cosecha ni un argumento más. El amigo Bisbal, se ha encargado de confirmar cuanto llevo dicho. Sólo me interesa, después de esto, quede bien sentado que no he rechazado la paz, que la he aceptado limitándome a poner reparos a la propuesta en cuanto a su forma y oportunidad. Quería yo, y en este sentido ratifico la aceptación, que la precediera el armisticio, el cesa de la guerra, para llegar al convencimiento de que no mentíamos como bellacos al hablar de ella.

Y con esto haría punto, si una candorosa e inocente pregunta no requiriera mi atención. Pregúntame el amigo Bisbal ¿Cree de veras Monserrat que yo llevo  o he llevado alguna vez careta con la que he tenido que encubrir suciedades políticas, actos de traición  o las ideas o farsanterías indignas? Contesto que: pregunta que excluye por anticipado la verdad de la respuesta resulta impertinente el formularla. Quedo, por tanto, relevado de la obligación de corresponderla.

Sobra, también por impertinente, la invitación de Bisbal para que le quite la careta. Si con todo lo dicho a este respecto no bastara, añadiré, que sólo es atributo de los limpios de pecado y puros de corazón el enjuiciar en el orden moral a sus semejantes. Y yo soy hombre, no santo ni siquiera justo y piadoso varón. Quien por tal se tenga, tire la primera piedra. Yo no puedo no quiero. Demasiado claro lo he dicho, en mi último artículo, al resistirme a seguir la mía amigo Bisbal por el camino emprendido.

Y ahora puede, mi amigo, si le place, hacer uso de su indiscutible derecho a retirarme la amistad y el saludo. Sentiré esta su injustificada determinación; pero yo no puedo, no quiero ni debo aclarar absolutamente nada. Está todo más claro y limpio que el agua. A este efecto he releído y analizado mis artículos y si de un defecto pecan, es de excesivamente corteses y respetuosos. Las ofensas e insidias búsquelas, mi amigo Bisbal en su artículo Huyendo porla tangente y las encontrará a manos llenas. A pesar de ello, yo no las he repelido, ni pedido su rectificación ni siquiera su aclaración. Sacrificándolo todo a la paz y a la concordia, me he limitado a anotarlas. Tener ahora que agradecérselas, no me parece ni digno ni lógico. Y agradecérselas sería, el reconocimiento, de que yo, el ofendido, he sido el ofensor.

Por lo demás, cuente Bisbal con mi amistad y mi saludo.

J. Monserrat Parets.

EL OBRERO BALEAR nº 1210

19 de junio de 1925

 

1924-1925  Borrón y cuenta nueva  POLÈMICA  LLORENÇ BISBAL/ JOAN MONSERRAT PARETS

 

fideus