Batalla de Annual

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La Batalla de Annual, conocida en España como Desastre de Annual, fue una grave derrota militar española ante los rifeños comandados por Abd el-Krim cerca de la localidad marroquí de Annual, el 22 de julio de 1921, que supuso una redefinición de la política colonial de España en la Guerra del Rif.

La crisis política que provocó esta derrota fue una de las más importantes de las muchas que socavaron los cimientos de la monarquía liberal de Alfonso XIII. Así, los problemas generados por Annual fueron causa directa del golpe de Estado y la Dictadura de Miguel Primo de Rivera.

 
Batalla de Annual
Parte de Guerra del Rif

Fecha

22 de julio - 9 de agosto de 1921

Lugar

Annual  Marruecos

Resultado

Victoria decisiva rifeña

Beligerantes

España

Rifeños

Comandantes
Manuel Fernández Silvestre
Felipe Navarro y Ceballos-Escalera

Abd el-Krim

Fuerzas en combate

18.011 hombres (13.358 españoles y 4.653 indígenas, repartidos en numerosas posiciones;
aprox. 5.000 de ellos en Annual)

Aprox. 18.000 hombres

Bajas
13.363 muertos y desparecidos Aprox. 1.000 muertos
 

Antecedentes

El 12 de febrero de 1920 el general Manuel Fernández Silvestre tomó posesión del cargo de Comandante General de Melilla. Con la idea de llegar hasta la bahía de Alhucemas, centro de operaciones de la tribus rifeñas más belicosas, en enero de 1921 empezó el avance para acabar con la escasa resistencia existente. La empresa era arriesgada, ya que los soldados españoles, en su mayoría procedentes de reclutas forzosas, estaban muy poco entrenados, mal pagados y alimentados, pésimamente armados (con fusiles y artillería pesados y anticuados) y peor calzados (abarcas y alpargatas), se desmoralizaban enseguida y tenían verdadero pavor a los rifeños. Había asimismo serios problemas de corrupción tanto a nivel de intendencia y oficialidad como entre la tropa, que vendía sus propios fusiles y municiones a los rifeños.

Sin embargo, entre mayo de 1920 y junio de 1921 Silvestre protagonizó un espectacular progreso, rápido e incruento: avanzó 130 kilómetros sobre el Rif en un total de 24 operaciones, estableciendo 46 nuevas posiciones sin apenas sufrir bajas;[1] ocupó Tafersit, adelantó el frente hasta el río Amekrán y obtuvo la sumisión de las cábilas de Beni Ulixek, Beni Said y Tensaman, llegando a acuerdos con sus cabecillas, ofreciéndoles dinero a cambio de su amistad. Todos en España creían que por fin se alcanzaría la bahía de Alhucemas y finalizaría la sangría de Marruecos.

Pero tal ilusión pronto se derrumbó de manera cruenta. Silvestre había cometido el error de no desarmar a las tribus rifeñas cuya lealtad había comprado, y, precisamente por esto, extendió mucho más de lo prudente sus líneas de abastecimiento. Las fuerzas de la comandancia de Melilla se distribuyeron entre nada menos que 144 puestos y pequeños fuertes o blocaos, a lo largo de 130 kilómetros de zona ocupada, con una parte de ellos dedicados, además, a tareas puramente burocráticas. Los blocaos se situaban siempre aprovechando los lugares altos, pero pesar de que desde estas posiciones se podían dominar amplias zonas, normalmente no había agua, lo que obligaba a ir por ella con reatas de mulas periódicamente, a veces a diario. La distancia entre estos emplazamientos era variable, de 20 a 40 kilómetros, según el terreno, y con fuerzas tan repartidas no era posible hacer frente de manera eficiente a un ataque del enemigo. Las condiciones de los soldados, ya de por sí malas, eran pésimas en los blocaos. Los suministros escaseaban, durante el día hacía mucho calor y por la noche mucho frío. Las ratas y los piojos eran habituales en fortificaciones y campamentos.

Así las cosas, en mayo de 1921, el grueso del ejército español estaba en el campamento base insatalado en la localidad de Annual. Desde allí Silvestre esperaba realizar el avance final sobre Alhucemas. Entre Melilla y este campamento había tres plazas fuertes separadas unos 30 km entre sí, y en torno a él un anillo formado por otros pequeños fortines, cada uno con una guarnición que variaba entre 100 y 200 soldados. En la costa se habían ocupado las dos posiciones de Sidi Dris, cercana a la desembocadura del río Amekrán, y Afrau, algo más a retaguardia.

Hasta este punto apenas se había disparado un solo tiro, aunque se guardaban las distancias con las tribus hostiles, y en las pequeñas escaramuzas que se producían apenas hubo ninguna baja.

La ocupación de Abarrán

A finales de mayo, una delegación de la cabila de los Tensamán convenció a Silvestre para que cruzara el río Amerkan y estableciera una posición en el monte Abarrán, en contra de las ordenes de su jefe, el Alto Comisario de España en Marruecos, general Berenguer. Un contingente de 1.500 hombres, al mando del comandante Villar, llegó a la posición la mañana del 1 de junio de 1921, estableciendo una base fortificada. Al mando de la posición quedó el capitán Juan Salafranca Barrios, cuyas fuerzas consistían en la harka amiga de Tensamán, unos 200 policías indígenas y 50 soldados españoles, y Villar se volvió a Annual. Cuando los rifeños comenzaron el ataque a las 18:00, la harka de Tensamán se les unió, así como muchos de los policías rifeños. Los españoles sufrieron 141 bajas,[2] incluyendo a todos los oficiales, a excepción del teniente de artillería Diego Flomesta Moya, al que los rifeños dejaron vivo para que arreglase los cañones y les enseñase a usarlos.[3]

Decidido por el éxito, Abd el-Krim dirigió entonces sus tropas contra la posición costera Sidi Dris, a la que llegó la madrugada del día siguiente, 2 de julio. Sidi Dris fue asaltada durante 24 horas, siendo rechazados por la defensa realizada por el comandante Julio Benítez Benítez, que tuvo 10 heridos (él mismo incluido), por 100 rifeños muertos.[4]

A pesar del fracaso de Sidi Dris, la toma de Abarrán demostró a los rifeños la vulnerabilidad de los españoles. Abd el-Krim no dudó en exhibir los cañones y el material tomados, convenciendo a los rifeños que unidos podrían derrotar a Silvestre y obtener un gran botín, de modo que en pocos días los efectivos de su harka pasaron de 3.000 a 11.000 hombres.

Silvestre, creyendo que se trataban de acciones aisladas, no adoptó ninguna medida especial. Ocupó en respuesta Igueriben el 7 de junio de 1921, manteniendo de ese modo una posición adelantada entre Izumma y Yebbel Uddia, con la idea de defender el campamento de Annual por el lado sur. Después marchó a Melilla, para entrevistarse con su superior, el Alto Comisario Berenguer, y solicitarle refuerzos, municiones, víveres para la población y dinero para comprar a los rifeños antes de iniciar la ofensiva final.

El desastre

La caída de Igueriben

El 17 de julio Abd el-Krim, antiguo funcionario de la Administración española en la Oficina de Asuntos Indígenas en Melilla, al mando de la cábila de los Beniurriagel (Ait Waryagar), y con el apoyo de las tribus cabileñas presuntamente aliadas de España, lanzó un ataque sobre todas las líneas españolas.

Igueriben, guarnecida por 350 hombres al mando del comandante Benítez, el defensor de Sidi Dris, no tardó en quedar sitiada. El 17 de julio Abd el-Krim inició el asalto, que cayó el 22 de julio. Durante cinco días, y a pesar del esfuerzo heroico de tres columnas de refuerzo[5] , los españoles habían sido incapaces de auxiliar la posición de Igueriben, fracaso que hizo cundir la desmoralización entre las tropas de Annual.

 

Entró el general (Silvestre) en Igueriben, y los rebeldes (que indudablemente vieron entrar el grupo y supusieron que se trataba de Silvestre) se lanzaron con premeditada táctica y con imponderable furia, logrando cercar. El general decidió la retirada, y con las fuerzas se retiró a Annual; pero bien pronto vio que el retroceso había sido inútil y que se imponía una retirada más completa de la primera línea.
 

Entonces lanzó mensajes radiofónicos a Tetuán y a Ceuta, que algún barco recogió y reexpidió a Madrid, declarando que se hallaba en situación desesperada y anunciando que, bajo su responsabilidad, ordenaba la evacuación de todas las posiciones avanzadas con la consigna de que las fuerzas se reunieran en el campamento de Dar-Drius. Se emprendió, pues, el repliegue general y, en su primera parte fue ordenado y, relativamente, con poco fuego; pero el enemigo, advertido del movimiento, se lanzó impetuosamente sobre algunas compañías peninsulares y sobre los grupos de Regulares. ¿Aguantaron todos estos con la debida cohesión? ¿Hubo vacilaciones o, lo que es peor, defecciones? Esto se aclarará en las informaciones. (...)
Terminaba el repliegue y el general Silvestre seguía en la posición Annual,cercada por los Beni Urriaguel. En persona fue ordenando el desfile de las últimas secciones. Parece que se le hicieron algunas indicaciones; pero se resistió a dejar aquel sitio.

Primeras informaciones del Desastre de Annual. Diario ABC, 24 de julio de 1921.

 

La caída de Annual

Tras estos sucesos se concentraron alrededor del campamento gran cantidad de fuerzas enemigas, mientras que la moral del ejército español caía por los suelos. Al comenzar el asedio de Igueriben había unos 3.100 hombres presentes en Annual. Al cabo de dos días se incorporaron 1.000 más, y dos días después llegaron otros 900 de refuerzo. Así pues, el 22 de julio Annual acogía a unos 5.000 hombres (3.000 españoles y 2.000 indígenas), con una fuerza de combate de 3 batallones y 18 compañías de infantería, 3 escuadrones de caballería y 5 baterías de artillería. Sobre ellos iban a lanzarse unos 18.000 rifeños[6] al mando de Abd el-Krim, armados con fusiles[7] y espingardas.

El campamento de Annual disponía de víveres para cuatro días y municiones para un día de combate, pero carecía de reservas de agua. El general Silvestre, consciente de la imposibilidad de defender la posición, acordó con sus oficiales la evacuación del campamento. Sin embargo, a las 3:45 del día 22 llegó un mensaje de radio del Alto Comisario Berenguer, prometiendo la llegada de refuerzos desde Tetúan. Una hora más tarde el general Silvestre comunicó de nuevo a Berenguer y al Ministro de la Guerra su desesperada situación y su decisión de tomar urgentes determinaciones.

Al rayar el alba tuvo lugar una segunda reunión de oficiales, en la que Silvestre dudó entre la evacuación inmediata y la espera de la llegada de refuerzos. Las dudas se despejaron cuando se tuvieron noticias del avance de tres columnas rifeñas de unos 2.000 hombres cada una. Ante esta información, el general ordenó evacuar, anunciando su intención de replegarse a los fuertes de Ben Tieb y Dar-Drius, posición ésta última, que reunía las características para albergar gran cantidad de tropa y con el abastecimiento de agua muy fácil.

La retirada, cuidadosamente planificada, comenzó a las 11:00 horas: había dos convoyes, uno para retirar los mulos con la impedimenta, y otro para el grueso de la tropa, los heridos y el armamento pesado. Pero para entonces las alturas del norte, que dominaban los caminos de huida ya habían sido tomadas por los rifeños. La gran mayoría de los policías indígenas que las defendían se pasaron al enemigo, matando a sus oficiales españoles.[8]

De modo que cuando las tropas españolas abandonaron el campamento, comenzaron a ser disparados. En ese momento comenzó el caos: los dos convoyes de evacuación se mezclaron sin ningún tipo de orden de hombres, mulos y material. En medio de la confusión, los oficiales perdieron el control de la situación. Sin nadie que cubriera su retirada, los hombres trataron de ponerse a cubierto de las balas corriendo hacia delante. Los carros, el material y los heridos comenzaron a ser abandonados; muchos oficiales escaparon ajenos a su deber, y la retirada ordenada no tardó en convertise en una desbandada general bajo el fuego de los rifeños.

Algunos oficiales y unidades mantuvieron la calma y lograron ponerse a salvo con un relativo pequeño número de bajas; pero en su inmensa mayoría los soldados salieron a la carrera y en completo desorden. El desastre pudo haber sido mayor si los Regulares al mando del comandante Llamas no hubiesen resistido en las alturas del sur. Ello dio tiempo a los huidos para pasar por el angosto paso de Izumar, evitando así una muerte segura a manos de los rifeños. Los Regulares se replegaron por escalones, retrocediendo monte a través en paralelo a la carretera, sin mezclarse con la riada de soldados en fuga.

Silvestre, que aún estaba en el campamento cuando comenzó el desastre, murió en circunstancias no esclarecidas, y sus restos no fueron nunca encontrados. Mientras una versión dice que, al ver el desastre, fue a su tienda de campaña y se voló la cabeza, otra versión dice que fue abatido a tiros por los rifeños junto con el coronel Manella y varios oficiales que trataban de defenderse.

En las cuatro horas aproximadas que duró el desastre murieron un total aproximado de 2.500 hombres españoles, a los que hay que sumar los ocupantes, 1.500 en total, de las posiciones de Talilit, Dar Buymeyan, Intermedias B y C, Izumar, Yebel Uddia, Mehayast, Axdir Asus, Tuguntz, Yemaa de Nador, Halaun y Morabo de Sidi Mohamed, todos muertos. Quedaron 492 prisioneros españoles, de los que sobrevivieron 326, liberados en 1923 a cambio de 80.000 duros de plata.

El asedio de Monte Arruit

Las pocas fuerzas que pudieron salir vivas, bajo el mando del general Navarro, segundo jefe de la Comandancia de Melilla, retrocedieron hasta Dar Druis, posición bien fortificada y con agua disponible. Sin voluntad de resistencia, creyendo que todo estaba perdido, se replegaron hacia Barbel y Tistuin. En la marcha, al llegar al río Igan, se produjo una nueva huida de oficiales, seguida de la estampida de sus tropas. En esta ocasión el Regimiento Alcántara, mandado por teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, tío del dictador, salvó lo que quedaba del ejército con una serie de cargas, al precio de un 80 por ciento de bajas.[9]

Finalmente, tras seis días de agotadora marcha, alcanzaron el campamento de Monte Arruit, una posición más difícil de defender pero más fácil de socorrer que Dar-Drius. Aquí, los 3.017 hombres de Navarro intentarían recomponerse, pero pronto Monte Arruit fue también cercado, y cortados sus suministros. El 2 de agosto cayó Nador, siendo su guarnición la única que, tras rendirse, fue respetada por los rifeños. Con la caída de esta plaza quedó sentenciado el destino tanto de Monte Arruit como de Zeluán, asediada desde el 24 de julio. Ésta se rindió el 3 de agosto, siendo los supervivientes asesinados, y los oficiales, el capitán Carrasco y teniente Fernández, quemados vivos.[10]

Navarro desistió de intentar una huida desesperada hacia Melilla, negándose a abandonar a sus heridos. Al agotamiento físico había que sumar la desmoralización de la tropa, en algunos momentos al borde de la insurrección, y la carencia de agua (sólo tenían los bloques de hielo que dos aviones dejaban caer sobre la posición). El 31 de julio una granada destrozó el brazo de Primo de Rivera, que fue operado sin anestesia, y murió el 5 de agosto por causa de la gangrena. Vistas las condiciones, el general Berenguer, Alto Comisario de España en el Protectorado, autorizó la rendición formal el 9 de agosto, a pesar de que ese día llegó de la Península un refuerzo de 25.000 soldados. Los españoles salieron de la posición y amontonaron sus armas. Los heridos y enfermos comenzaron a alinearse en la puerta del fuerte, preparándose para la evacuación. Pero cuando se dio la orden de partir, los rifeños atacaron a los indefensos españoles. Sobrevivieron 60 hombres de los 3.000 que se refugiaron allí, y salvó la vida el general Navarro de casualidad. Tiempo después fueron canjeados. Los cadáveres quedaron insepultos hasta la reconquista de la posición.[11]

Pronto corrió la noticia de la victoria rifeña, y tanto las cábilas como parte de las fuerzas marroquíes al servicio de España se sumaron a la guerra santa proclamada por Abd el-Krim.[12] Ninguna ayuda llegó desde Melilla, situada a unos 40 km, y así las pocas unidades que aún conservaban la disciplina se vieron obligadas a retirarse bajo el constante acoso enemigo hasta Melilla. Se produjo así una espantosa retirada en la que los rifeños asesinaron y torturaron a los heridos, enfermos y a la población civil dejada atrás. Las guarniciones de las posiciones fueron muertas tras duros combates. Lograron escapar vivos los defensores de Afrau, rescatados por la Armada y el destacamento de Metalsa, que logró llegar a las posiciones francesas de Hassi Ouzenga tras perder dos terceras partes de sus efectivos. En Dar Quebdana, el comandante pactó la rendición, pero en cuanto ésta tuvo lugar él y sus hombres fueron descuartizados.

Tan terrible derrota se saldó, según el Informe Picasso con 13.363 muertos (10.973 españoles y 2.390 indígenas), por sólo 1.000 rifeños. No obstante, las cifras seguramente fueron inferiores, ya que los registros eran a menudo hinchados para cobrar más soldadas y recibir más suministros.[13] Había tanto muerto que se decía que, del segundo día en adelante los buitres sólo comían de comandante para arriba. A las pérdidas humanas se añadían las de material militar (20.000 fusiles, 400 ametralladoras, 129 cañones, aparte de municiones y pertrechos) y la destrucción de las infraestructuras (líneas férreas y telegráficas, hospitales, escuelas, cultivos, etc.) construidas con el dinero y el esfuerzo español a lo largo de 12 años.

 

Miguel Primo de Rivera

 

Epílogo

El Desastre de Annual provocó una terrible crisis política. El gobierno de Allendesalazar se vio obligado a dimitir, y en agosto de 1921, el rey Alfonso XIII encarga a Antonio Maura formar un gobierno de concentración nacional del que formaron parte todos los grupos políticos. Este gobierno estuvo dividido entre quienes deseaban una intervención más decidida en Marruecos y los partidarios del abandono. Llegó a decir Indalecio Prieto en las Cortes:

Estamos en el periodo más agudo de la decadencia española. La campaña de África es el fracaso total, absoluto, sin atenuantes, del ejército español.

El ministro de la Guerra ordenó al general Juan Picasso elaborar un informe conocido como Expediente Picasso, en el que, a pesar de diversas acciones obstructiva, se señalaban múltiples errores militares, calificando de negligente la actuación de los generales Berenguer (Alto Comisario) y Navarro ( 2º Jefe de la Comandancia General de Melilla ) y de temeraria la del general Silvestre.

Quedaban desestimados los testimonios infundados de que el Rey había animado la penetración irresponsable de Silvestre hasta puntos alejados de Melilla sin contar con una defensa adecuada en la retaguardia, animando a Silvestre en sus acciones, con el telegrama: Ole los hombres.

Pero la crisis política continuaba. El gobierno de Maura cayó en marzo del 22, y tras él los gobiernos de Sánchez Guerra y García Prieto. Antes de que el Informe Picasso se debatiera en el Pleno de las Cortes, el general Miguel Primo de Rivera dio un Golpe de Estado el 13 de septiembre de 1923, decidido a poner fin a la deriva política.

Con respecto al Rif, Abd el-Krim extendió su dominio por todo el protectorado español, creando la República islámica del Rif, que llegó en 1924 a la cumbre de su poder. Sin embargo, su éxito y sus ataques al Marruecos francés determinaron el giro de la política de Primo de Rivera, hasta entonces pasiva y de contención, frente al problema del Rif. España se entendió con Francia para hacer frente común a los rifeños, y pasó a la ofensiva. Con el éxito rotundo de Desembarco de Alhucemas, Primo de Rivera obtuvo una posición fuerte que le permitió pacificar la zona en menos de un año y restituir la autoridad española en el Protectorado.

El desastre de Annual en la literatura

Las primeras obras significativas sobre el Desastre de Annual fueron publicadas al año escaso de la derrota. Las más destacadas fueron Las responsabilidades del desastre. Ecce Homo. Prueba documental y apuntes inéditos sobre las causas del derrumbamiento y consecuencias de él, de Víctor Ruiz Albéniz, y Del desastre al fracaso. Un mando funesto, de Francisco Hernández Mir, ambas publicadas en Madrid en 1922.

La dictadura de Primo de Rivera relegó los sucesos de Annual a un segundo plano. Aún así, la obra de Carlos Hernández de Herrera y Tomás García Figueras Acción de España en Marruecos (2 vols., Madrid, 1929-1930) explicaba el desastre de Annual con una solidez documental y una minuciosidad extraordinarias. Aún hoy día es considerado uno de los mejores y más detallados trabajos acerca de la acción española en el Protectorado marroquí.

El Desastre de Annual fue un tema de importancia para la narrativa. En 1928 se publicó la obra de José Díaz Fernández El blocao, y poco antes de la caída de Alfonso XIII vio la luz la célebre novela Imán, de Ramón J. Sender (Madrid, 1930), quizá el relato más estremecedor y terrible de la tragedia del ejército español. En 1939 se publicó, en inglés, la famosa obra de Arturo Barea, La forja de un rebelde.

Durante la dictadura franquista, las referencias históricas a la batalla fueron escasas y, en último término, justificadoras. Así ocurría en los casos de la obra del Duque de Maura y Melchor Fernández Almagro, Por qué cayó Alfonso XIII. Evolución y disolución de los partidos históricos durante su reinado (Madrid, 1948), y la extraordinaria recopilación documental de Manuel Galbán Jiménez sobre las causas del desastre de Annual: España en África. La pacificación de Marruecos (Madrid, 1965). Las escasas obras que hicieron frente a la interpretación oficial del régimen procedieron del exilio republicano: España y Marruecos, de Indalecio Prieto (Toulouse, 1956), La España de mi vida. Autobiografía, de Ángel Ossorio y Gallardo, (Buenos Aires, 1941), y La pequeña historia, de Alejandro Lerroux (Buenos Aires, 1945).

Referencias

Notas

  1. Un total de 10 muertos y 60 heridos

  2. 25 muertos o desaparecidos (6 oficiales, 18 soldados españoles y 1 soldado indígena) 59 heridos (24 soldados españoles y 35 soldados indígenas) y 76 desertores o desaparecidos indígenas.

  3. Se negó a ello, a ser curado de sus heridas, y a comer, por lo que murió de hambre en cautividad el 30 de junio. Se le concedió a título póstumo la Laureada por Real Orden de 23 de junio de 1923.

  4. SHM. Historia de las Campañas de Marruecos. Tomo III. Madrid, 1981. Pp. 409-410

  5. Sufrieron 31 muertos y 129 heridos.

  6. Caballero Poveda, Fernando. La Campaña del 21 en cifras reales (I) y (II), en: revista "Ejército", Nº 522 y 523. Madrid, 1984.

  7. Unos 8.000, de los que 3.450 serían Mauser.

  8. Ibidem.

  9. [1], [2], [3] y [4]

  10. Expediente Picasso, p. 271 y ss.

  11. La Porte Fernández-Alfaro, Pablo. El desastre de Annual y la crisis de la Restauración en España (1921-1923). Pp. 244-5.

  12. Con el alzamiento contra España de las cábilas de Beni Uleixec, Gueznaia, Beni Said y M'talza, casi todo el territorio oriental del Protectorado quedó en manos rifeñas.

  13. El comandante Caballero Poveda (La Campaña del 21 en cifras reales (I) y (II). Revista "Ejército". Nº 522 y 523. Madrid, 1984.) calculó el total de bajas españolas en 7.875 hombres. Indalecio Prieto calculó en 8.668 los españoles muertos o desaparecidos en octubre de 1921. Por último, Juan Tomás Palma Romero (Annual 1921. 80 años del Desastre. Almena, Madrid, 2001. Pp. 169-171.) estimó en 8.180 los muertos o desaparecidos.

Bibliografía

  • Leguineche Bollar, Manuel (1996), Annual 1921: el desastre de España en el Rif  Madrid: Ed. Alfaguara. ISBN 84-204-8235-8.

  • Palma Moreno, Juan T. (2001), Annual 1921 : 80 años del desastre  Madrid: Almena Ediciones. ISBN 84-930713-9-0.

  • Carrasco García, Antonio (1999), Annual 1921 Las imágenes del desastre  Madrid: Almena Ediciones. ISBN 84-96170-20-9.

  • Francisco, Luis Miguel (2005), Annual 1921, crónica de un desastre.

  • La Porte Fernández-Alfaro, Pablo (2003). El desastre de Annual y la crisis de la Restauración en España (1921-1923)  Alcalá de henares, UCM. Disponible online en: [5] (22'28 Mb), [6] (13'53 Mb) y [7] (22'72 Mb).

  • Silva, Lorenzo (2001), Del Rif a Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos.

  • Sender, Ramón J. (1930), Imán  Editorial Destino. ISBN 84-23333-44-2.

Enlaces externos .

El Gobierno de España ensalza un episodio de la guerra colonial del Rif

Por: | 01 de junio de 2012 / EL PAIS

 

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