Manuel Goded, aventura personal Memoria Civil, núm. 9, Baleares, 2 marzo 1986 Gabriel Cardona En 1929, cuando declinaba la dictadura de Primo de Rivera y le negaban su apoyo algunos grupos que habían contribuido a su formación, el político conservador Burgos y Mazo impulsó una conspiración en la que se integró Manuel Goded, un general de división de sólo 45 años de edad cuando la media de sus compañeros de escalafón rondaba los 60 años. La suya era la mejor carrera del Ejército, complementada con los estudios de estado mayor, la ampliación en la Escuela de Guerra de París, visitas a los frentes de la Primer Guerra Mundial y un buen nivel de relaciones con generales franceses que figuraban entre los más prestigiosos de su tiempo. Como todos los hombres de su generación militar, debía la carrera de Marruecos, donde mandó una de las columnas de desembarco de Alhucemas, en 1925, y fue el responsable del primer desarme masivo de las tribus, operación jamás realizada hasta entonces y que culminó con éxito. A pesar de su oposición al régimen, era un conservador que se negó a colaborar con el comandante Ramón Franco, adelantado de un grupo de oficiales que pensaban en un movimiento de amplia base social para derrocar el dictador. El general, entonces gobernador militar de Cádiz, no estaba dispuesto a colaborar con los republicanos ni con los sindicatos y esperaba resolver el futuro con un nuevo movimiento militar. No pudo llevarlo a efecto. Los conspiradores de Burgos y Mazo pensaban pronunciarse el 28 de enero de 1930 y tres días antes fueron descubiertos por la policía. Sin embargo la dictadura estaba herida de muerte y la corte no deseaba acompañarla en su fracaso: el infante don Carlos, que era capitán general de Andalucía, se negó a destituir a Goded y Alfonso XIII apoyó la medida. Los ambiciones de un tiempo histórico Era un buen principio para Goded, que deseaba convertirse en un general-político, como había sido Luque, su antiguo jefe, ministro de la guerra de Canalejas. La figura tenía una larga tradición en España, donde el poder político había estado tradicionalmente militarizado y el general esperaba poder simultanear su brillante situación en el escalafón de generales con una carrera política. En 1930, cuando Primo de Rivera abandonó España, el rey nombró al general Berenguer para sustituirlo y recuperar el prestigio. En ell intento de captar el máximo de voluntades, Goded fue nombrado subsecretario del Ministerio del Ejército. Habría llegado a ministro si Alfonso XIII se hubiera mantenido en el trono. En febrero de 1931, Sánchez-Guerra preparó un Gobierno en el que se le asignaba la cartera del Ejército, puesto que ya se le rumoreaba desde tiempo atrás. Pero, dos meses después se proclamó la II República y fue Azaña quién ocupó el ministerio militar. Goded, sin embargo, ni fue marginado ni se negó a colaborar con los republicanos; cuando Azaña organizó el Estado Mayor Central, el general fue puesto al frente. De la colaboración al complot El cargo representaba la responsabilidad técnica superior de los asuntos castrenses y llevaba aparejada la vocalía de varias juntas encargadas de reparar las injusticias y arbitrariedades de Primo de Rivera en el Ejército. No obstante, Goded no se sintió satisfecho: el civilismo del nuevo régimen cortaba sus aspiraciones políticas y la supresión del grado de teniente general daba su carrera militar por concluida. La colaboración entre Azaña y Goded fue complicada por la personalidad de ambos. La ambiciación y soberbia de aquellos dos hombres capaces les distanciaron progresivamente. El general se sintió agredido por el político y éste escribió comentarios feroces en su diario: es pequeño, enjuto, bilioso ( ... ) nunca le daré mando de tropas. La colaboración se mantuvo, durante más de un año, en términos correctos formalmente. Goded trabajaba en un libro sobre la pacificación en Marruecos, que terminó en 1932 y publicó con un prologo, liberal y democrático, del general Luque, el viejo maestro ya jubilado. Pero en la primavera de aquel año su oposición al ministro le había llevado a la conspiración derechista que presidía el general Barrera.
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El deseo de protagonismo le traicionó. Mientras se gestaba el compló, decidió actuar por su cuenta y congregó en el cantón madrileño de Campamento a parte de la guarnición. El acto no estaba autorizado por Azaña y aprovechaba unas maniobras de las academias militares. A los postres del banquete de oficiales, los generales Villegas y Caballero que mandaban las tropas de Madrid y estaban comprometidos en la conspiración, pronunciaron discursos de contenido político. Goded habló el último, fue más cauto y concluyó con el grito Viva España y nada más. El teniente coronel Mangada, un veterano republicano que era de la misma promoción que Goded, entendió que éste excluía el Viva la República que entonces era costumbre y se le enfrentó públicamente. Azaña se vio obligado a arrestar a Mangada, pero destituyó a los tres generales con lo que la conspiración perdió tres puntales en Madrid. Cuando, el 10 de agosto, Sanjurjo se sublevó en Sevilla y Barrera en la capital, Goded estaba sin destino y se mantuvo al margen, aunque su hijo procuró apoyar abiertamente a los amotinados. En las medidas que siguieron al fracasado movimiento, el general fue detenido y permaneció cuatro meses en prisiones militares. Su actitud política quedó claramente establecida desde entonces.
De nuevo en el ministerio Meses después del golpe fallido, unos oficiales anti-republicanos fundaron la UME. destinada a estructurar una nueva conspiración. Goded aceptó colaborar condicionalmente porque no deseaba pertenecer a una organización dirigida por comandantes y capitanes. En 1935, Gil Robles fue nombrado ministro de Guerra y reunió a su alrededor a destacados militares antiazañistas. Manuel Goded fue entonces inspector general y, mñas tarde, director general de Aeronáutica. Su antiguo puesto del Estado Mayor Central estaba en manos de Franco, que había hecho toda su carrera como jefe de tropas de choque y carecía de su preparación técnica; al proclamarse la República era un moderno general de brigada mientras Goded sólo necesitaba recorrer una docena de puestos para ser teniente general. Los enfrentamientos entre ambos fueron inevitables, aunque sin llegar a la ruptura. A fin de año, ante la caída inminente de Gil Robles, ambos participaron en conciliábulos golpistas y Goded intentó sublevar el cuartel de la Montaña. Sin éxito los sondeos conspiratorios, Gil Robles abandonó el ministerio, El siguiente titular fue un general: Masquelet, republicano estricto y solterón, que destino a Goded a la comandancia de Palma, para elejarlo de Madrid. La última conspiración La conspiración de la capital pasó a ser dirigida por el general Rodríguez del Barrio, enfermo de cáncer que no logró la suficiente actividad para sublevarse antes de las anunciadas elecciones de febrero de 1936. En las urnas ganó el Frente Popular, mientras Goded se encontraba accidentalmente en Madrid y participaba en manejos que fracasaron. Cuando regresó nuevamente a palma, ya estaba comprometido en la nueva conjura, estaba vez coordinada por Mola. Aunque el jefe nominal eera Sanjurjo para poder integrar disciplinariamente a hombres tan personalistas como Goded y Queipo de Llano. La UME barcelonesa sirvió de enlace entre la conspiración de Palma y la península. En el primer reparto de mando se decidió nombrar generales para sustituir a los de Barcelona y Valencia que parecía leales al gobierno, y se convino que González Carrasco sublevaría Barcelona, mientras Goded se trasladaría para levantar Valencia, después de asegurar la sublevación de Baleares. Barcelona era un objetivo de mayor importancia política y Goded logró que, el 25 de junio, la junta de generales se lo asignara a él, a pesar de que la UME barcelonesa ya tenía los bandos de guerra firmados por González Carrasco. En las islas, con los mandos de las fuerzas de orden público a su favor, el general carecía de enemigos con fuerza. El 16 de julio recibió la consigna para sublevarse el 19. El día 18, dio palabra de no sublevarse, cuando se la pidió el gobernador civil. Y continuó tranquilamente sus planes para la revuelta. El 19 por la mañana le telefoneó el general Fernández Burriel, uno de los sublevados en Barcelona, asegurándole que el movimiento estaba en marcha. Goded llamó a su vez al general Bosch, de Mahón, para que sublevara Menorca y se trasladara luego a Palma para tomar el mando. El bando de guerra de Palma destituía a las autoridades civiles y ordenaba pasar por las armas a quienes se opusieran al alzamiento en cualquier forma de obra o palabra, Sin oposición seria a sus tropas en Mallorca, el general embarcó aquella aquella misma mañana hacia Barcelona. Cuatro hidroaviones de la Armada le trasladaron, con un pequeño séquito, a la ciudad condal, cuando ya la guarnición alzada, había fracasado en su batalla y los guardias de asalto, la guardia civil y paisanos armados se estaban haciendo dueños de la situación. Cuando el general Goded llegó, su prestigio y capacidad técnica sólo pudieron hacer general de la derrota.
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