Réplica a Maria Cambrils                                                            

Hemos merecido el honor de que una de nuestras crónicas informativas fuera comentada e impugnada por María Cambrils. Insinúa, la culta escritora, que insistirá sobre el tema del artículo que vamos a debatir si se le replica con serenidad. El deseo de no privar a los lectores de EL OBRERO de un nuevo artículo de María Cambrils nos decida a replicar con toda serenidad, serenidad que holgaba recomendara nuestra contradictoria porque la pasión no suele perturbar nuestros razonamientos.

Ni somos extremistas ni el tema de la discusión es de los que, a juicio nuestro, puedan enardecer las pasiones. Nuestra situación especial en la Agrupación nos pone al abrigo de impulsos pasionales. Llegamos al partido socialista cuando la experiencia nos convenció de que los ideales políticos que acariciamos en nuestros años juveniles no podrían ser realizados en un partido monárquico y cuando germinó hondamente en nuestra conciencia el convencimiento de que sin la emancipación económica del hombre la palabra libertad sonaba a hueco.

Procedentes de un partido burgués y de posición social burguesa, soy un modesto afiliado a la Agrupación Socialista de Palma que contempla escéptico la vida que paso y creo un deber para mí, como para todo afiliado, contribuir en la medida de mis fuerzas al desenvolvimiento de la vida del partido y señalar la posición que me dicta la conciencia en cada momento.

En esa cuestión concreta de relación con el comunismo yo ya sé que discrepo de la mayoría de los socialistas. Lo sé y no me duele ni creo que pueda doler a los socialistas porque en todo partido, especialmente en un partido como el nuestro apoyado en la más pura democracia es síntoma de vitalidad y de pujanza la diversidad de opiniones y tendencias que lejos de atentar a la unidad del mismo por el contrario la fortalecen y vigorizan. Reciente está la disparidad de criterio sustentad en el seno del Comité Nacional con motivo de la actitud observada por la Ejecutiva frente a los actuales acontecimientos. La actitud de Prieto y la critica de Gabriel Alomar han sido censuradas y vistas con dolor por buen número de socialistas. Yo por mi parte he celebrado aquellas actitudes porque entiendo que esas discrepancias no hieren a la vida de nuestro partido. Son advertencias que pueden resultar redentoras.

Perdóneseme esa digresión y vayamos a lo que interesa. María Cambrils recalca varias veces sin afirmación de que sólo nos separa de los comunistas la táctica y el procedimiento. Además en su artículo señala a los comunistas como “elementos del todos discordes con nuestra táctica y doctrina”.  Ello da a entender que existe una doctrina comunista, distinta de la doctrina socialista. He aquí lo que yo no he sabido ver jamás. Para mí la distinción entre socialismo y comunismo es puramente arbitraria.

Desde la condición 17 de la Tercera Internacional Comunista obligó a todos los que a ella se adhirieran a adoptar la denominación de comunistas, pareció dar a entender que dicha denominación era distinta de la de socialista, de sabor más revolucionario.

Científicamente, no obstante, no vemos distinción alguna entre socialismo y comunismo. Todos los socialistas, doctrinalmente son comunistas. La transformación de la sociedad capitalista en una sociedad colectivista o comunista es principio común a todos los partidos socialistas.

La historia de los términos colectivista y comunista sería interesante. Los socialistas utopistas que no admitían ni la revolución ni la lucha política del proletariado fueron los apóstoles del comunismo.

Federico Engels en su prefacio al Manifiesto del Partido Comunista señala la razón por la que dicho manifiesto no fue intitulado socialista. Dice Engels que al publicarse el Manifiesto Comunista la palabra socialismo comprendía a los partidarios de los diferentes sistemas utópicos, Fourieristas y Owennistas y a todos aquellos reformadores que soñaban en suprimir las miserias sociales sin atentar, empero al capital.

Por el contrario; aquella parte de obreros que convencidos de la insuficiencia de simples trastornos políticos, aspiraban a una trasformación fundamental de la sociedad se llamaban entonces comunistas. El socialismo en 1847 representaba un movimiento burgués: comunismo un movimiento obrero.

Más, a partir del día en que el socialismo se asentó en todo el mundo sobre bases científicas los dos términos; socialismo y comunismo, han sido considerados como sinónimos.

En el Colectivismo afirma Julio Guesde que el comunismo científico no se distingue del colectivismo y añade que si ciertos autores han preferido la segunda denominación ha sido precisamente para no confundirse con los comunistas utopistas.

Lafargue emplea, casi siempre el termino comunista. Una de sus obras más conocidas es: El Comunismo y la evolución científica.

Jaurés en sus artículos y discursos emplea indistintamente ambos términos.

No deja de ser curioso en estos momentos el hecho de que sean los socialistas que proceden de Bakunin los que ostentan hoy día con orgullo revolucionario la etiqueta comunista cuando precisamente a raíz de las divisiones de la Primera Internacional Bakunin y sus partidarios opusieron su Colectivismo revolucionario al Comunismo, para ellos moderado, de Carlos Marx.

Todas estas citas que aducimos para fortalecer nuestra tesis indican de manera clara y precisa que decir: Yo soy socialista es exactamente igual que decir: Yo soy comunista.

Doctrinalmente nada nos separa de los comunistas. La diferencia es de táctica, de procedimientos, los socialistas, vamos gradualmente, evolutivamente, a la realización de nuestros ideales, los comunistas, por el contrario, pretenden implantarlo violentamente, por un golpe revolucionario. Partiendo de ese supuesto, para mi exacto, ¿no es lógico y obligado predicar la inteligencia, la unificación –no la fusión- de fuerzas para fines concretos y determinados? ¿No ha sido el propio Carlos Marx quien ha afirmado que la acción común de los diferentes proletarios era una de las primeras condiciones para su emancipación?

Las diferencias doctrinales no han impedido, algunas veces las inteligencias circunstanciales entre partidos socialistas y partidos burgueses. Recuérdese el famoso bloque en tiempo de Jaurés y Combes, la conjunción republicano-socialista en España; la actual inteligencia entre el partido liberal y el socialista en Suecia; el apoyo que prestan en ese momento los socialistas franceses al gobierno de Herriot. Y si todo eso ha sido y es posible entre partidos separados por profundos abismos doctrinales ¿no ha de ser posible entre partidos espiritualmente afines, entre partidos que ejercen su actuación sobre un mismo campo, el proletariado?

Para Maria Cambrils las dos razones fundamentales que se oponen a la formación del frente único son los daños ocasionados por el comunismo al socialismo y el ejemplo de Rusia.

No desconocemos ni las campañas realizadas por los comunistas en contra nuestra ni el entorpecimiento que han causado al desarrollo de nuestras organizaciones de resistencia, ni el desbarajuste que han pretendido sembrar en nuestras Agrupaciones, Porque no desconocemos todo eso es precisamente por lo que somos partidarios del “frente único” para evitar esos males, para que cesen esas luchas proletarias en beneficio exclusivo de la burguesía. Cuanto mayor sea el daño que pueda ocasionar el comunismo mayor será nuestro interés en evitarlo. Si el comunismo estuviese agonizando, como creen, de buena fe, algunos, el problema no existiría para nosotros. El tiempo lo solucionaría. Pero nosotros vemos que el comunismo resucita después de cada entierro que se le hace, vemos que en casi todos los países de Europa cuenta con organizaciones más o menos poderosas y ello nos demuestra que es un factor político con el que hay que contar y que por lo tanto no nos queda otro remedio que tener ese factor político enfrente o a nuestro lado.

El ejemplo de Rusia que espanta a Maria Cambrils no entibia nuestro criterio. Primeramente yo no comparto su juicio durísimo sobre Rusia. Para mi no se gobierna actualmente mucho peor que en tiempo de los zares. Algo hemos ganado.

Desde luego el derrumbamiento definitivo del andamiaje bárbaro de aquel imperio, la difusión de la cultura y la sustitución de un poder absoluto y de derecho divino por un poder proletario, por defectos que tenga.

En Rusia la libertad ha sido desconocida. Se vive en plena y fuerte dictadura. Todo ello es exacto. Yo soy contrario a una dictadura prolongada, lo admito sólo pasajeramente, como Pi y Margall, para implantar o conservar la libertad. Me horroriza la sangre que se haya podido verter en Rusia. Pero muchas veces me he preguntado a mi mismo, con hondo pesar, si la sangre y los dolores que acompañan a todas las revoluciones no eran algo fatal, como fatales son la sangre y los dolores que acompañan a todo alumbramiento.

También al estudiar la Revolución Francesa sentí escalofríos al hojear las páginas del Terror. Hoy, a pesar del Terror, yo bendigo la Revolución Francesa. Además no pretendemos nosotros solidarizarnos con la política rusa. Cada partido tendrá su historia y ante la historia la responsabilidad de sus propios actos.

He aquí expuesto mi punto de vista. Puede ser que resulte equivocado, pero siempre tendré el consuelo de que el fin que ha inspirado mi propósito ha sido elevado, evitar luchas fraticidas, acelerar con la formación de un frente obrero, la caída del régimen burgués.

A mi me duele profundamente que la burguesía se aproveche de las divisiones obreras para continuar su inicua explotación. A mi me duele que gastemos estérilmente nuestras fuerzas y nuestras energías en combatirnos apasionadamente en vez de reservarlas para combatir a nuestro común enemigo.

Yo he vivido al margen de esas luchas y no he respirado ese ambiente que deploro. Pero cada vez que en periódicos comunistas leo ataques durísimos contra socialistas siento un vivo dolor, el mismo dolor que siento cuando veo que nuestro “Socialista” recoge versiones en contra de los comunistas, propias del Debate o del A.B.C. En la pobreza de mis fuerzas quiero contribuir a que desaparezcan esos odios, esas luchas apasionadas y a que se restablezca, en la medida de lo posible, la armonía proletaria. Mi mayor alegría será la que sentiré el día en que comunistas y socialistas, ahogando la pasión que les separa y en aras de la causa común, se den, ante la burguesía atemorizada, un apretado abrazo de hermandad y prosigan luego sus respectivos camino para volverse  a encontrar siempre que el común esfuerzo sea necesario.

No creo haber vertido palabra ni concepto alguno molesto para mi contradictora. Si algo hallara en ese artículo de ese sentido queda desde luego, retirado. Para mi ha sido un honor debatir con tal culta escritora y un placer poder aprovechar esta ocasión para enviarle un afectuoso salida de confraternidad.

Alejandro Jaume

EL OBRERO BALEAR nº 1186

2 de enero de 1925