El viatge de Antoni Fabra i Ribas a Mallorca - 1909

sindicalisme de base múltiple

ACEPTACIÓN

Solicitada que fue por nuestro amigo Bisbal la valiosa colaboración en este periódico de nuestro queridísimo correligionario Antonio Fabra Ribas, que tan gratos recuerdos dejó en los socialistas y trabajadores de esta isla, en su corta estancia en ella, además de corresponder a la petición mandarnos el siguiente artículo, que con sumo placer publicamos, hemos recibido una carta en la que nos dice que a pesar de estar ocupadísimo nos manda de cuando en cuando original para EL OBRERO BALEAR.

Además nos hace el encargo, que por este medio cumplimos por se difícil hacerlo individualmente, de que transmitamos sus afectos a todos los compañeros de Palma, Marratxí, Felanitx, Manacor, Artá y Lluchmayor, con quienes dice se consideraría dichoso poder volver pronto a reunirse con ellos.

Más dichosos que nosotros, no.

CONCRETEMOS

Después de más de un cuarto de siglo de existencia y de lucha, el Partido Socialista ha acordado por primera vez el entrar en inteligencia con los republicanos.

No hemos por esto cambiado de táctica, los socialistas. Nos hemos limitado sencillamente a poner en vigor uno de los acuerdos de nuestros Congresos.

Hombres prácticos y de acción, habíamos previsto que podía llegar un momento en que a una de las fracciones de la burguesía se le antojara retrotraernos a los tiempos medievales y quisiera imponernos una tiranía brutal y envilecedora.

Y, claro está, sin abandonar ni un momento tan solo el terreno de la lucha de clases, en donde naturalmente desarrollamos nuestra acción, decidimos ya en tiempo oportuno que cuando se presentara un caso de tal naturaleza, lo consideraríamos como una cuestión previa, a la cual concederíamos momentáneamente toda nuestra atención.

La cuestión previa esta planteada. La planteó Maura, ayudado por una fuerza que ha provocado más de una vez en nuestro país simulacros de revolución y que ha tenido siempre una influencia considerable en las altas esferas del Poder.

Hay que resolver, pues, esta cuestión. Y hay que resolverla definitivamente, si no queremos representar ante Europa el papel de un pueblo ignorante y degenerado.

En el asunto están interesados todos los elementos democráticos. Todos deben contribuir en la medida de sus fuerzas a hacer de España una nación culta y civilizada. Y si alguno de ellos vacila en estos momentos de verdadera crisis nacional, renunciará ipso facto al dictado de honradez y de integridad que debe figurar siempre en la bandera de todos los partidos, vendan de donde vengan y llámense como se llamen.

Ahora bien; el problema que estamos llamados a resolver no tiene nada de abstracto. Su enunciado es muy concreto y sus términos más concretos aún.

Se trata de la sustitución de un régimen incompatible con las menguadas libertades de que gozan las diversas naciones de Europa, por otro régimen que las acepte y las ponga en vigor. Más claro; se trata de la substitución de la Monarquía actual por una república democrática.

Y al tratarse de esto se busca hacer efectivo la supremacía del poder civil sobre toda otra clase de poderes, principalmente sobre el poder eclesiástico y sobre el poder militar.

Alguien me dirá que lo primero supone lo segundo, que al enunciarse el problema ya se comprenden sus términos, sin necesidad de que se expliquen.

Es muy posible. Más sin explicarse ya se comprenden, explicándolos se comprenderán mejor.

Estamos en momentos decisivos, de lucha, de acción. Es el pueblo quien ha de luchar, quien ha de actuar, quien ha de exponerse y quien ha de vencer.

Y el pueblo necesita ideas claras, concretas, precisas, que no se presten a falsas interpretaciones.

Yo he visto que en muchos mitins se ha atacado al clericalismo, se ha pedido la derogación de la Ley de Jurisdicciones y se ha reclamado la reforma del Código de Justicia militar.

Todo esto está muy bien, pero es poco concreto. En menos palabras puede decirse más y puede constituirse una verdadera plataforma para la lucha.

En vez de atacar violentamente con palabras al clericalismo, reclamemos la separación de la Iglesia y del Estado.

Y en vez de pedir la reforma del Código de Justicia militar, digamos concretamente que pedimos por lo menos, que los tribunales militares pueden entender tan sólo en las causas por delitos militares cometidos por militares.

Del mismo modo que no se llama a los abogados y a los jueces cuando hay que movilizar al ejército, tampoco debe llamarse a los militares cuando se trate de juzgar a los ciudadanos.

Esto es claro y es, además, de sentido común.

Sólo claridad y sentido común pedimos.

SI de este modo no se nos atiende, nuestra razón y nuestra fuerza serán mucho mayores cuando se acabe la hora de las peticiones y venga la de las exigencias.

A.    Fabra Ribas.

EL OBRERO BALEAR

Núm. 404, 4 de diciembre de 1909

 

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