1922 – ANTE UN CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA CASA DEL PUEBLO

Llevamos dos artículos publicados sobre este mismo tema y a pesar de haber demostrado con razones clarísimas que las resoluciones que puede tomar el citado Congreso, principalmente en lo que respecta a dos puntos del orden del día, no pueden tener validez, toda vez que se refieren a derechos que tienen estado jurídico mediante escritura pública, a pesar de ello el Comité Central sigue en sus trece, pasa adelante en la celebración de aquel.

No parece sino que dicho Comité se empeña en que las Sociedades hagan gastos superfluos y pierdan el tiempo inútilmente, lo cual da evidente prueba de su incapacidad directriz y administrativa.

Se ha dicho que el Congreso no podría dejarse de celebrar con arreglo a los estatutos, y ello demuestra que no los estatutos conoce dicho Comité a pesar de ser estos un mal aborto elaborado por él.

El artículo 35 dice: “Los Congresos extraordinarios se celebrarán cuando lo solicite un Sindicato y lo crea conveniente el Comité o lo acuerde una Junta Directiva.

Pues bien; en el presente caso no lo ha acordado una junta de Directivas y si lo ha solicitado únicamente un Sindicato, el de la madera. El Comité, por tanto, podía y debía en nuestro concepto, no creer conveniente su celebración y con arreglo a los estatutos,  a pesar de solicitarlo un Sindicato no tendría lugar. Si se celebra es porque el Comité lo cree conveniente y por consiguiente sobre él únicamente cae la responsabilidad.

Ahora bien: Cuando el Comité ha dado su visto bueno a lo solicitado por el Sindicato de la Madera es porque previamente ha examinado las proposiciones que le han inducido a solicitar el Congreso y que, desde luego, han de formar el orden del día del mismo y siendo así, el más elemental sentido común indica que el mencionado Comité está identificado con las mismas o que al menos las cree fundamentadas y oportunas para ser discutidas en un Congreso Extraordinario. Lo contrario supondría que los Congresos extraordinarios están a merced de cualquier Sindicato que los solicite, con fundamento o sin él, y en este caso toas las semanas podríamos estar celebrando Congresos extraordinarios si así se le antojaba a un Sindicato cualquiera, con lo cual el Comité Central seria un eterno juguete del capricho de los Sindicatos y su autoridad y derechos reglamentarios, a este respecto, quedarían reducidos a cero, cuando está bien claro que el citado artículo 35 que no basta que un Sindicato pida un Congreso extraordinario, sino que, además, el Comité ha de creerlo conveniente.

Para creerlo conveniente el Comité se necesita, en primer lugar, que los asuntos que un Sindicato proponga someter al Congreso tengan, por su importancia y urgencia, verdadero carácter extraordinario y estén comprendidos dentro la jurisdicción o derecho de las Sociedades que constituyen la Federación Local. Y nosotros preguntamos: ¿Tiene jurisdicción o derecho la Federación Local para desahuciar de una casa a sus propietarios o copropietarios que la habitan? ¿Lo tiene para renunciar lo que no es suyo, ni para modificar una escritura pública en la que el proletariado tiene derechos eternos y sobre la que ha perdido los suyos el mismo que la otorgó y a quien se quiere pedir la modificación? Afirmamos y repetimos mil veces que no.

Por otra parte, ¿tienen carácter extraordinario y urgente los asuntos motivo del Congreso? Nada hay que no se hubiera podido esperar el Congreso que se celebra anualmente para tratarlo.

Descartando lo del desahucio de la Agrupación Socialista y de la modificación de la escritura y renuncia de la Casa del Pueblo, que son puerilidades infantiles y no cabe tratarlas ni en Congresos extraordinarios ni ordinarios, queda únicamente el punto referente a que la Federación Local desaparezca e ingrese en la Regional Sindicalista, que es una especie de cadáver insepulto. ¿Cómo se tiene tanta prisa en resolver este asunto que no se puede esperar el Congreso ordinario? Aquí está la piedra de toque.

Los que realmente llevan hoy el gobierno y la dirección de la Casa del Pueblo son media docena de sindicalistas que por apatía y escrúpulo de sus actos del gremio de carpintería, e han hecho los amos de “El Desarrollo del Arte”, que es donde se traman todos los planes que el Comité Central ejecuta a ojos cerrados y que constituyen un desastre para la organización cada uno de ellos. Los comunistas, como en casi totalidad no tienen ideas propias y su único programa es combatir a los socialistas y a los obreros que les siguen, aunque sea hundiendo a la organización obrera, se han unido a los sindicalistas y por odio a nosotros y por miedo a ellos, les sirven de juguete en todo. Y como quiera que sindicalistas y comunistas se han dado cuenta del vacío que les hace la clase trabajadores y prevén que muy pronto han de ser barridos por ella de la dirección de la Casa del Pueblo y de las pocas Sociedades que todavía aguantan, han tramado el plan de celebrar el Congreso extraordinario creyendo que tendrán fuerza suficiente para acordar el ingreso de la Federación en la Regional Sindicalista, en virtud de cuyo acuerdo abandonarían el local que hoy habitan y se llevarían la Escuela, la Biblioteca, enseres del Café y todos los demás muebles de la Federación.

Esta es la maniobra que se prepara, trabajadores, y a la cual se prestan los comunistas en comparsería de una gente con la que no habían podido cuadrar ni tener nunca convivencia social. De ahí que se celebre el Congreso extraordinario y de ahí que el Comité Central, antes de que se discuta su gestión en un Congreso ordinario, como marca el reglamento, tenga tanta prisa en resolver un asunto que le daría pretexto para escabullirse de las responsabilidades de sus desastres y a la vez formaría rancho a parte con los sindicalistas llevándose el mobiliario de la Federación Local. Se trata, pues, de dar un asalto al patrimonio de la Federación.

Más si las Sociedades que la componen quieren conservar ese patrimonio, el de los muebles, y también su dignidad y su independencia, deben evitarlo a todo trance. Que piensen los obreros quienes han sido los que han introducido siempre la cizaña en las organizaciones cada vez que se han visto un poco florecientes, matándolas con su táctica desconcertada y local Que pienses que nuestra Escuela y nuestra Biblioteca, si los sindicalistas se salían con la suya de llevarse la Federación, irían a parar sin duda en alguno sitio conocido donde el baile de máscara y sus consecuencias corruptas tendrían preferencia a toda labor de organización y cultura.

Solamente para evitar ese golpe de estado que se está urdiendo y para salvar la Federación Local y sus enseres las Sociedades deben tomarse interés por el citado Congreso, nombrando una buena delegación con capacidad y arrestos para contrarrestar el indigno propósito de los que en toda su vida societaria han sabido únicamente destruir y nunca edificar.

Hay que dar una batalla fuerte y decisiva a esta gente para que jamás vuelvan a intentar desbaratar la buena organización obrera.

En sucesivos números iremos ocupándonos del mismo tema y daremos orientaciones sobre el camino a seguir.

EL OBRERO BALEAR nº 1045

10 de marzo de 1922