Memoria Histórica. Ciclo de Conferencias Mujeres, Guerra
Civil y Franquismo |
Republicanas, rehenes
de guerra
ROSA FERRIOL. PALMA.
Matilde
Landa,
Aurora
Picornell, Margalida Vila, las
Rojas del Molinar,
Francesca
Llull,
Francesca Sales,
Margalida
Jaume ... son algunas de las mujeres que sufrieron en las
islas la represión indiscriminada de los
falangistas. Detrás de
cada una de ellas, y de muchas más, se esconden historias
escalofriantes. Como la de cinco enfermeras que se alistaron
para ayudar a los heridos cuando estalló la Guerra Civil pero
las acusaron de prostitutas y milicianas. Llegaron a la isla en
agosto de 1936 con el desembarco del capitán Bayo. La
reconquista republicana falló y las tropas reembarcaron en
septiembre. Las cinco enfermeras quedaron en tierra. Pasaron un
brutal calvario: fueron acusadas de prostitutas y milicianas,
las exhibieron por distintos municipios, las violaron y, una vez
violentadas sexualmente, las apuntaron con fusiles y las
mataron.
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Matilde con Carmen, su hija y con su marido Francisco López
Ganivet. |
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La carabina también fue el destino de varias
presas. El doctor en Historia de la UIB David Ginard explica que
en Mallorca la participación de las mujeres republicanas fue
"limitada". Unas 30 féminas que formaron parte del bando
republicano durante el golpe de julio de 1936 fueron
encarceladas en la prisión provincial de Palma. En noviembre las
trasladaron a la cárcel de
Can Sales. Dos meses después, a cinco de ellas les dieron la
libertad, una libertad que para los falangistas tenía como
destino el fusil. "Fue el momento más duro de la represión",
recuerda Ginard. "Los falangistas hacían limpieza para
atemorizar a los republicanos", detalla.
Aurora
Picornell, militante del
partido comunista, junto a Berlamina
González y las Rojas
del Molinar (las conocidas activistas mallorquinas
Catalina
Flaquer i
Maria y
Antònia
Pasqual) fueron conducidas al cementerio de
Porreres, donde las
fusilaron. El historiador de Manacor Antoni Tugores cuenta que
Picornell sufrió la represión igual que los hombres.
Ginard rememora que durante la guerra la prisión albergaba a
unas cien presas, pero en los años 40 Can Sales se convirtió en
la prisión central de mujeres de España, por lo que acogió a
condenadas de muchos puntos de la península. De cien pasaron a
mil. Como consecuencia de la masificación, resalta el profesor,
empeoraron las condiciones de vida. Además de padecer la falta
de alimentos y la suciedad, las presas sufrían la presión
religiosa. La cárcel estaba bajo las órdenes de religiosas y
había mucha coacción para que las presas se convirtieran al
catolicismo. Matilde Landa
fue una figura mítica. Procedía de la
Institución Libre de Enseñanza, entidad que promovía la
educación laica. Fue un personaje muy popular porque se recorrió
las zonas republicanas de España prestando ayudas a los
refugiados y organizando conferencias. Al final de la guerra,
fue condenada a muerte. Una vez en la cárcel de Palma se
convirtió en la figura más relevante, la única mujer con
formación universitaria. Sufrió tal chantaje para convertirse al
catolicismo que en septiembre de 1942 subió al piso más alto de
la prisión y se suicidó. Analizando las sentencias, Ginard
cuenta que muchas fueron castigadas no por sus hechos sino
porque al ser féminas creaban alarma social. En otros casos, se
rebajaba la condena argumentando que actuaban por influencia de
sus maridos.
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Grupo de presas en la
prisión de mujeres de Palma (septiembre, 1941). En la fila
superior, la cuarta por la derecha -debajo de la columna- es
Matilde (texto y fotografia: "Matilde
Landa", David Ginard Féron) |
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El profesor explica que una buena parte de las presas
republicanas fueron detenidas por la actuación de familiares
como maridos, hijos o hermanos. En la ficha que recogía el
motivo de la detención figuraba la palabra rehén. Mientras los
falangistas buscaban a sus familiares, ellas estaban presas.
Muchas mujeres republicanas fueron humilladas en público,
sometidas a torturas psicológicas y físicas, les obligaban a
beber aceite de ricino, les cortaban el cabello y las forzaban a
limpiar casernas e iglesias. Ginard comenta que ésto, sobre
todo, sucedió en la península aunque en la isla también ocurrió.
¿El objetivo? "Provocar un escarmiento público en la sociedad",
dice el profesor de la UIB.
El historiador de Manacor tiene documentadas numerosas tragedias
familiares.
Margalida
Jaume, mujer del relojero
Toni
Alomar, fue asesinada cuando estaba embarazada de siete
meses. Pocos días después, los falangistas mataron a su marido.
El matrimonio dejó dos niñas menores de diez años. El experto
explica que algunas de estas muertes pueden estar relacionadas
con la desaparición del alcalde Garanya,
Antoni Amer.
Su mujer, Magdalena Roig, también fue víctima de la represión
franquista.
Francesca
Llull y su hija
Francesca
Sales fueron fusiladas en Son Coletes. Formaban parte de una
familia payesa bien situada, pero no se sabe el argumento con el
que las mataron. Francesca Ferrari y Magdalena Brindis también
fueron víctimas de la represión franquista. En aquellos tiempos
había muchas familias numerosas, los falangista mataban al padre
y la mujer se quedaba sola con seis hijos sin nada que comer. No
las eliminaron, pero ver pasar hambre a los hijos mata igual que
una carabina. Estas y otras historias pueden oírse en el ciclo
de conferencias de la UIB sobre Mujer, Guerra Civil y
Franquismo.
Diario de Mallorca
23/10/2009