Despues de un acuerdo

 

Estos últimos días ha tomado el acuerdo de separarse, o mejor dicho, darse de baja de la Federación de Sociedades Obreras la sociedad de obreros zapateros La Igualdad.

 

Debo de manifestar, en primer lugar, mi respeto a tal acuerdo porque es tomado por mayoría de votos por los que asistieron a la reunión.

 

Pero no basta que una mayoría de hombres digan que aquello está mal hecho por ser una verdad, ha que comprobar tales cosas y dar en el clavo promotor de la enfermedad; enfermedad que bien cuidad por buenos médicos dispuestos al trabajo, pueden con un poco de esfuerzo atajar el mal de momento, y poner en condiciones en un poco más de tiempo al enfermo en completo restablecimiento.

 

Y esto sucede a los compañeros zapateros, que han dejado al enfermo en completo abandono, cuando ellos, dicen, que le han encontrado mal; es decir, que cuando mayor empeño habían de demostrar para sacar del atolladero al paciente, le abandonan a sus propias fuerzas, y únicamente éstos han dicho padece tal dolencia.

 

Lamento por mi parte que estas cosas sucedan. En primer lugar porque creo y de esto estoy convenido, que la clase obrera obrando de este modo no conquista ninguna mejora a sus patronos, sino todo lo contrario, porque éstos verán con buenos ojos la diseminación por tales causas y que muy bien pudiera suceder que en no lejano tiempo aprovechan para sus fines y efectos.

 

Debo dejar sentado una cosa, porque es uno de los pretextos que se han empleado por parte de los zapateros para tomar tal determinación, cual es el de que habían de pagar mucho dinero a la Federación, y que les costaba demasiado por tener una mesa allí. Pues las demás sociedades podrían decir lo mismo que ellos, porque no hay nadie dentro de la Federación; y como tal federado que pueda decir: yo pago más que tú. No pueden decirlo, porque todos los socios pagan lo mismo.

 

Pondré una pequeña demostración de lo que pagan los socios de la Federación.

 

Cuando la Federación ha de hacer el estado de cuentas mensual, su contador va recopilando datos de que tal sociedad ha cobrado en concepto de cupones semanales, 305 al mes, otra 48 y otra 214, que sumados nos dan un total de 567 cuotas, y de éstas hay que buscar la cantidad suficiente para los gastos, tales como alquiler de casa, alumbrado, etc., etc.

 

Pues si de esta manera se hace el pago a la Federación por diferentes Sociedades que la componen.¿tienen derecho a decir ni unas ni otras que pagan mucho? Creo que no. Y así pensará todo hombre que razone imparcialmente.

 

Llegan momentos en la vida de las Sociedades económicas que se ven perturbadas por agentes extraños a la misma y hasta si se quiere invisibles en aquellos momentos; perturban la paz entre los que pocos momentos antes todo era fraternidad.

 

Los buenos societarios no cometen obra buena cuando abandonan a sus hermanos en lucha o sea a los que componen un núcleo de diferentes gremios por amor a la solidaridad.

 

Nunca las grandes batallas proletarias han tenido mayor éxito, que cuando todos, como un solo hombre, han permanecido unidos, sin miramientos de ninguna clase entre zapateros, cordeleros, carpinteros, etc., etc, formando un baluarte infranqueable a nuestro enemigo común, la burguesía.

 

Podría citar algunos hechos que nos demostraría lo dicho, pero creo que sería demasiado largo.

 

Pero ya que ha venido a mis manos un artículo del compañero Gustavo Hervé, quiero copiar alguno de sus párrafos por creerlos de interés en este asunto.

 

“Los camaradas de la Confederación General del Trabajo acaban de descubrir a Alemania. Vuelven de allí maravillados, y quizá algunos –los más clarividentes- un tanto humillados por la comparación que hicieron entre nuestra inorganización y la formidable organización de la clase obrera alemana.

 

En efecto; desde el punto de vista de la organización, hay entre las dos clases obreras, alemana y francesa, igual distancia que hay desde el punto de vista del desarrollo económico entre Francia, que descendió a la categoría de país de tercer orden, y Alemania, que está camino de ser el primer país del mundo en industria y comercia.

 

¿Qué son nuestros 400.000 adheridos a la Confederación General del Trabajo al lado de los 2.500.000 de la Confederación General del Trabajo alemán?

 

¿Qué son nuestras Cajas sindicales, casi vacías, al lado de las Cajas alemanas, ricas de millones?

 

¿Qué son nuestras míseras hojas al lado de los órganos sindicales y socialistas de Alemania, de enormes tiradas?

 

¿Y qué sin los mezquinos reductos en que se asientan nuestras oficinas sindicales al lado de las Casas del Pueblo, vastas y confortables, casi lujosas, que dan abrigo a las organizaciones obreras alemanas?

 

Y algo más admirable que estos enormes efectivos y que esta riqueza, que es la disciplina con que se mueve todo este ejército obrero, y es la centralización a que forzosamente hay que llegar cuando se quieren librar, no simples escaramuzas, sino combates de masas.

 

Y cuando se piensa en las divisiones que en Francia mueven a los unos contra los otros, socialistas, anarquistas, sindicalistas, divisiones que hacen imposible aun la menor acción común, ¿cómo no admirar a esta clase obrera alemana, cuyas organizaciones sindicalistas y socialistas, aún siendo perfectamente económicas, marchan codo con codo, estrechamente unidas en la batalla de cada día contra la clase enemiga y su Gobierno?

 

Son estas –es verdad- cualidades de la raza, frutos del terreno, como entre nosotros los franceses el espíritu crítico, la irrelevancia hacia todas las autoridades, la espontaneidad, el individualismo, la audacia en concebir y ejecutar, el conjunto en suma de cualidades y defectos que forman nuestro temperamento revolucionario, y por los cuales hemos arrojado a tiros, uno tras otro, a todos los Gobiernos que se sucedieron en Francia desde hace ciento veinte años.

 

Pero las cualidades que no se poseen naturalmente, de nacimiento, se las puede adquirir por la educación, por un esfuerzo de aplicación y de voluntad, sin temor de perder las cualidades nativas.

 

Si los delegados franceses que fueron a Berlín volvieron a París con la firme resolución de propagar entre nosotros la organización, la disciplina, la unión, las cotizaciones altas -¿no es el dinero el nervio de la guerra?-, su viaje a Berlín será un verdadero acontecimiento histórico.

 

De regreso de Berlín, entre nosotros no debe haber sino una consigna: ¡Organización, más organización y siempre organización!

 

¿No preconizamos en todas partes que la unión hace la fuerza? Pues entonces, ¿por qué los compañeros zapateros abandonan a los demás, y no tan solamente ocasionan esto, sino que ellos mismos experimentan una baja en sus filas que tal vez no la van a recobrar?

 

Seamos consecuentes, digamos todos a una que el que más que menos tiene parte de culpa si la Federación no sabe administrar las cosas; cosa que no sucede, y su sucediera todos seríamos responsables por partes iguales.

 

Medios tenían en sus manos La Igualdad para corregir la Federación, caso de que ésta faltará a sus deberes.

 

No ha sido esta actitud la adoptada por los zapateros; sino todo los contrario; han querido ver un mal, del cual se han formado la ilusión de que sacando su Sociedad de la Federación desparecería dicha dolencia.

 

En vez de cumplir como buenos compañeros y expresar a los demás lo que ellos sentían sobre el particular, no han hecho otra cosa que sembrar la desunión en la misma Igualdad y hacer todo el mal posible en los demás.

 

Lamento la inconciencia que por desgracia aún perdura, causante de muchas desavenencias entre los que luchan por un mismo fin, y hasta es fatal en muchos casos de retener el avance del proletariado en sus conquistas contra el capitalismo.

 

Frau Llinás

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 496, 16 de septiembre de 1911

 

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